En los últimos años cada vez es más frecuente escuchar, tanto desde los ámbitos de la Administración pública como desde la empresa privada, que el turismo nacional, e internacional, tiende a una búsqueda de la experiencia única, personal e intransferible. El que sale de casa lo hace por algo más que sol, playa y chiringuito; en el caso del Pirineo, sol, montaña y nieve. El turista potencial es más sofisticado y pide vivencias, sensaciones y horizontes nuevos. Esta percepción se acrecienta cuando se hacen familiares etiquetas como la de turismo gastronómico, rural, de balneario o, por supuesto, cultural. Los gustos cambian, las sociedades evolucionan y, frente al paquete turístico, el todo incluido o el tour de tres ciudades en dos días, triunfa el movimiento slow en el que está presente el disfrute de lo sencillo, la armonía con el entorno y, por ese camino, el turismo sostenible, que no invade, sino que convive con el entorno.
Por otra parte, es fácil asociar el término turismo cultural a rutas de museos, o a recorridos ligados a un determinado estilo artístico; sin embargo, también este abanico se despliega cada vez con más frecuencia en otras variedades que pueden ir desde las rutas ecológicas, geológicas, relacionadas con un determinado territorio, hasta la etnografía, pasando por las actividades económicas como la enología, la trashumancia o la arquitectura industrial.
En este contexto, el de perfilar viajes que tengan un hilo conductor que se adapte a las expectativas y los gustos personales, el turismo literario cobra cada vez más fuerza, pues son muchas las personas en las que el deseo de viajar puede estar inducido por la lectura de relatos. El libro puede ser generador de destinos literarios y, a su vez, estos lugares pueden ser el foco desde el que fomentar la lectura y difundir el valor social del patrimonio cultural literario para favorecer su protección, así como su uso y disfrute.
Si a lo ya dicho, se suma la posibilidad de que el turismo literario sea un recurso importante para articular la recuperación de zonas social y económicamente debilitadas, como ocurre en muchos valles pirenaicos, adquiere una especial relevancia, puesto que es un fenómeno que aúna distintos intereses: por una parte, la creación de infraestructuras específicas, que fomenten la afluencia turística – como la señalización de rutas, centros de interpretación o la celebración de muestras, festivales, etc. – puede alimentar la iniciativa de los habitantes del Pirineo para rescatar y mostrar su patrimonio cultural, al mismo tiempo que se genera empleo e identidad social, dando prioridad a la desestacionalización y descentralización del turismo; por otra parte, frente al turismo de masas, las personas que viajan a estos lugares, buscando la belleza de sus paisajes o la práctica del deporte, se encuentran con la posibilidad de disfrutar y conocer obras, autores y una riqueza que suele permanecer invisible.
A través del proyecto Pirineo Literario se pretende aunar las prácticas culturales ligadas a la invitación a la lectura, la difusión y promoción del patrimonio literario material e inmaterial y la necesidad de impulsar un turismo sostenible que contribuya al desarrollo del territorio. Existe una gran variedad de recursos culturales de gran valor ligados al patrimonio literario. Son conocidos de forma muy local debido a una falta de modelo de gestión que difunda y comunique adecuadamente el conjunto de la oferta existente y permita un fácil acceso al usuario. Pirineo Literario es una plataforma que sostiene una red de agentes culturales y turísticos que atienden las demandas tanto de los visitantes como de los habitantes actuales del Pirineo, desde una mejor coordinación y comunicación de las acciones ya existentes y desde la propuesta de otras nuevas.
El proyecto piloto de cooperación entre la Asociación Guayente y ESNEPI (Escuela de Negocios del Pirineo) abarca las comarcas de Sobrarbe y Ribagorza en el Pirineo central (www.pirineoliterario.com); el propósito final es la vertebración del territorio a través del patrimonio literario común. Su esencia radica en vincular todas las comarcas pirenaicas a un modelo de gestión que recorra toda la cordillera, desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo.